A nueve meses de asumir, Cambiemos insiste con más ajuste. Crece el malhumor social, y ganan fuerza las respuestas populares, que lograron frenar algunos frentes del ajuste en curso, aunque siguen siendo iniciativas fragmentadas.
A la sombra de este conflicto a veces latente, a veces manifiesto, se van reconfigurando las fuerzas sociales conducidas por distintas fracciones de la burguesía. Es tarea de las organizaciones de izquierda apuntalar y coordinar las luchas populares, mientras desarrollamos nuestra iniciativa política para la actual etapa, por la construcción de una alternativa propia de nuestra clase.
Resistencia al ajuste ¿hacia dónde?
La Marcha Federal fue la última de una serie de acciones de protesta de masas en este año: Lxs estatales el 24 de febrero, las marchas del 24 de marzo, las cinco centrales sindicales el 29 de abril, las CTA el 2 de junio, la reedición de #NiUnaMenos, los dos ruidazos/cacerolazos, las marchas por la libertad a Belén, la marcha de San Cayetano contra el ajuste... En todo ese período el gobierno no ha contado con una sola movilización de masas a su favor.
En esta serie de acciones notamos que el sector progresista del kirchnerismo ha tenido una iniciativa creciente. El sector expresado por Yasky tuvo la iniciativa de reunificar las CTA, hacer la marcha del 2 de junio, y la marcha federal. En ese camino articula con el sector kirchnerista de ATE, con la Corriente Federal de Trabajadores (que contiene a varios gremios de la CGT), mientras mantiene canales de diálogo con el moyanismo y con el nuevo polo de movimientos piqueteros afines (CCC, Barrios de Pie y sobre todo la CTEP, donde es predominante el Movimiento Evita).
La marcha federal movió un conglomerado heterogéneo de alrededor de 70.000 personas que dio un notorio espaldarazo a la lucha contra el ajuste. Este fue su efecto fundamental y todas las fuerzas que apostaron genuinamente a su éxito salieron fortalecidas (incluyendo a quienes así lo hicieron desde la izquierda). A pesar de que fue iniciativa del yaskismo, la misma Marcha Federal mostró la debilidad de su “fuerza orgánica”. Las columnas de UTE y SUTEBA - y el resto de los gremios de la CTA de los Trabajadores-, de Nuevo Encuentro y otras fuerzas políticas afines, fueron más bien escasas en cantidad movilizada.
La izquierda ante la marcha federal
En esta coyuntura, el Partido Obrero identifica un riesgo que considera de primer orden para la construcción de una alternativa política con independencia de clase. Ese peligro es, para el PO, que el movimiento de resistencia al ajuste sea conducido por el yaskismo, como furgón de cola del retorno de Cristina en 2019.
En nuestra perspectiva ese peligro no debe imperdinos avanzar en la construcción de un frente único antiajuste que sea lo más amplio posible para impulsar acciones de masas. Será en el desarrollo de la lucha de masas que podremos dar una batalla por la conformación de una alternativa social y política anticapitalista, propia de nuestra clase.
La fuerza de la izquierda anticapitalista es de relevancia en nuestro país, pero muy fragmentada. Tenemos la posibilidad de constituirnos en factor dinamizador orientador de la lucha contra el ajuste, pero a condición de coordinar los más unitariamente posible nuestra intervención. La paralisis del FIT, que hace casi un año no tiene reuniones como Frente; el fracaso del Encuentro Obrero del 5 de Marzo; y la disolución del Encuentro Sindical Combativo, son muestras de las enormes dificultades que poseemos desde la izquierda para construir marcos de unidad sostenidos en el tiempo; así como de la dinámica sectaria que sostienen las dos principales fuerzas del FIT entre sí, el PO y el PTS.
En el caso de la Marcha Federal vemos equivocado el curso del PO, con la iniciativa de una “columna independiente” que objetivamente “le tira piedras” a la movilización de masas realmente existente. Del mismo modo, no compartimos el súbito giro del PTS, que ha pasado de la defensa de la unidad de acción al rechazo de las marchas de “ajustadores y patrones” como se refirieron a la convocatoria de la Marcha Federal.
Es notable en ese sentido la acertada apuesta de las organizaciones de COB La Brecha de motorizar en la AGTCAP y el Frente de Lucha el bloqueo a los cinco puentes de Puerto Madero con acampe, como aporte sectorial y de radicalización de la Marcha Federal. Así también saludamos la apuesta, parcialmente fallida, de la Corriente Sindical Rompiendo Cadenas a conformar un polo con lo mejor del sindicalismo clasista de estos años como Aceiteros, la 60 y ATE Sur, y las juntas combativas de ATE Capital. Son estas las apuestas que debemos balancear y en las que debemos perserverar. Otro importante ejemplo de esta política fue el acto organizado por la CTA y el SUTEBA Bahía Blanca, que con mandato de base impulsó con todo la Marcha Federal y realizó su propio acto regional, recibiendo a la columna patagónica y dándose el lujo de denunciar abiertamente a Macri, a los gobiernos provinciales del FPV y a la conducción provincial Celeste sin partir en dos la columna ni el acto, con el aplauso cerrado de las bases docentes y estatales de la región a la conducción del SUTEBA Bahía, tras abuchear en la cara al propio Baradel durante su alocución.
En el difícil contexto que acecha a nuestra clase, y los desafíos que plantea para nuestras organizaciones, es ésta la política que nos permitirá evitar dos grandes peligros: el sectarismo y el aislamiento por un lado; pero también el seguidismo al redil de quienes nos llevan detrás de la burguesía nacional débil, bajo las banderas de la lucha antineoliberal.
Las disputas interburguesas y la reconfiguración de las fuerzas sociales sistémicas.
El gobierno de Macri expresa a buena parte del capital concentrado local, impulsando su asociación con las diversas fracciones del capital imperialista. El modelo ecónomico de especialización en la agroindustria es empujado por estas fuerzas y dio sus primeros pasos pidiendo entrar al TPP y la Alianza del Pacífico. Y avanza también al renovar los acuerdos económicos con China.
Estos primeros pasos señalan una asociación estratégica de la burguesía concentrada local con los EEUU en el terreno de la “seguridad” (inteligencia, fuerzas armadas, policía, poder judicial) con una asociación complementaria con el capital chino, reforzando el intercambio de materias primas -con o sin valor agregado- por bienes industriales, inversiones en infraestructura y extractivismo más créditos (swaps). En cambio el impasse de la Unión Europea con el Brexit primero y ahora con la crisis del TTIP (acuerdo EEUU-UE) parece ser seguido por un parate en las negociaciones argentinas con la UE. Este rumbo es apoyado por el capital concentrado como manera de generar las mejores condiciones posibles para sus intereses, en el marco de todas las dificultades que genera la crisis mundial.
Este “neoliberalismo recargado” apuesta a la llegada de una “lluvia de inversiones”, similar a la del menemismo en 1991-1995. Pero el grado de ajuste, de baja de costos laborales y sociales que se produjo tras el terrorismo económico de la hiperinflación, aún no se ha producido; en todo caso la posibilidad de un escenario de esas características está aún en disputa. Bajo la actual crisis económica extendida a nivel mundial y los variados países globalizados a bajo costo, todo indica que el capital globalizado considera insuficientes las condiciones que le son ofrecidas por nuestra economía.
Mientras tanto, las fracciones del capital menos competitivas, más pequeñas y menos ligadas al uso directo de los bienes comunes, aumentan su confrontación con el gobierno, e incluso se van integrando abiertamente a la resistencia al ajuste. La UIA se ve envuelta así en disputas internas crecientes, mientras que cámaras empresarias como CAME y APyMEs reeditan cierta oposición a las políticas neoliberales, desplegada en los 90. Se genera así una tendencia a la alianza de este sector de la burguesía débil, que necesita de subsidios y facilidades estatales para desarrollar su producción, con sectores de trabajadores y capas medias, reeditando una nueva variante de centro izquierda policlasista. Hoy en día esta fuerza tiende a identificarse con el kirchnerismo, pero la dirigencia del PJ y su representación parlamentaria aparece más como garante de la gobernabilidad, que como opositora al ajuste. Es así que esta fuerza, dominada por el kirchnerismo, se debate entre sus apoyos sociales policlasistas y su dirigencia política, que despliega su propio rumbo político.
El surgimiento de un nuevo polo de centro izquierda puede traccionar a parte de la izquierda a esa orientación. Son numerosas las pruebas históricas del fracaso de estas alianzas para generar proyectos de transformación estructurales. Nosotrxs seguimos convencidxs de la necesidad de empujar la formación de una fuerza social revolucionaria, que se construya desde la independencia de la clase trabajadora. Esta construcción se disputa en el curso mismo de las luchas y en su orientación, ya que es el resultado objetivo y subjetivo de cada uno de los enfrentamientos que se nos presentan. Las victorias, aún parciales, en estas luchas, son fundamentales para avanzar. Cada una de ellas requerirá desplegar alianzas con sectores sociales y políticos que no aspiran a construir esa fuerza social. Renegar de esas alianzas es un error, tanto como ir a esas alianzas sin reagrupar a los sectores de pretensión revolucionaria, es decir, sin ser conscientes de que siempre hay en ellas una lucha por la dirección.
¡Es hora de sumar y no ser sumadxs!